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Crítica de la serie

‘Día Cero’: Informe superficial y molesto de un verosímil comienzo del fin del mundo.


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Netflix suma a su programación la serie estadounidense Día Cero, en donde Robert De Niro da vida a un expresidente a cargo de dirigir la investigación de un grave ciberataque, en el curso de seis capítulos.

Showtime Día Cero

El cine es solo ficción. No tengo ni la más remota idea de cómo se siente un presidente de EE.UU.”, afirma Harrison Ford en una de las entrevistas concedidas durante la promoción de Capitán América: Brave New World (Julius Onah, 2025), cuando le preguntan por las similitudes de su personaje con Donald Trump. Se me ocurren dos posibilidades para aclarar esto: el actor, después de casi sesenta años desempeñando el oficio, todavía no ha entendido las excepcionalidades del arte de la imagen en movimiento, o, en cambio, intenta no complicar con el añadido de posicionamientos políticos el recorrido internacional de una obra destartalada y económicamente hinchada.

Sin ninguna duda, la nueva entrega del MCU propone una lectura del convulso mapa geopolítico actual, se diga o no por distintos motivos. Es más, su superficie poco clara y fraccionada, provocada por incontables volantazos y regrabaciones, ofrece, de verás, una clara plasmación de un cuadro social y político roto, progresiva y peligrosamente. Por otro lado, apuntando ya a lo específico, claro que ese presidente interpretado por Ford puede conectarse, sin demasiados esfuerzos, a Trump. En realidad, toda la imagen es política. Pero eso ya lo deberíamos saber. Hoy, quizá, envueltos por un sinnúmero de ellas, como nunca antes.

La realizadora Lesli Linka Glatter y su equipo de creativos vierten sobre la pantalla vacía un ejercicio de política ficción con el que examinar y poner en tela de juicio el estrés globalizado presente

El cine y las series, naturalmente, no son solo ficción. Y aunque así fuera, esta, siempre ha resultado una herramienta imprescindible para comentar, entender y cuestionar la realidad. Pretender trivializar el poder de la imagen en movimiento, en pleno siglo XXI, de las incontables expresiones artísticas, en suma, es sencillamente una perogrullada o una falacia interesada lanzada sobre determinados individuos manipulados que no consiguen ver mucho más allá de sus narices. En una escena tan compleja y cambiante, controlada por las estrategias de mezquinos empresarios multimillonarios y fanáticos ignorantes, la imagen, como digo, está totalmente influenciada.

De un modo u otro, de manera más clara o directa, toda la producción contemporánea queda vinculada al estado de las cosas. Sí, también la cuarta aventura del Capitán América. Este film es uno de los más inequívocos de la primera tanda de la producción USA de 2025. Su valía sociológica solo puede equiparse a la de la serie de Netflix Día Cero, la cual podría leerse a modo de un casi perfecto complemento del reciente volumen de Marvel. Los asuntos abordados por los dos productos en las entrañas de la Casa Blanca son semejantes, al igual que las dificultades para tratarlos adecuadamente y alcanzar los resultados convenientes. Incluso, al menos en cierto sentido, el avejentado expresidente interpretado en la serie por Robert De Niro cuenta con las suficientes similitudes morales con el personaje de Anthony Mackie.

Día Cero

Robert de Niro es George Mullen en ‘Día Cero’.

El golpe del siglo Día Cero

La realizadora Lesli Linka Glatter y su equipo de creativos, como Feige y sus empleados, vierten sobre la pantalla vacía un ejercicio de política ficción con el que examinar y poner en tela de juicio el estrés globalizado presente. Día Cero se refiere a la investigación de un extraordinario ciberataque en Estados Unidos, que con su infección al sistema informático provoca el caos general y el fallecimiento de miles de personas. Dicha indagación, dirigida por el político jubilado de De Niro, George Mullen, ocupa el centro de un programa empujado hacia distintas estancias privadas de la política del país. El título se refiere a la controvertida comisión creada, apresuradamente, a fin de encontrar a los responsables del atentado antes de la puesta en práctica de una segunda y anunciada agresión.

‘Día Cero’ está más cerca del anodino superventas de aeropuerto que dé, se me ocurre, el largometraje de Alan J. Pakula ‘El último testigo’ (1974)

¿Por qué comisión controvertida? El comité conducido por Mullen no está sujeto a la legislación vigente. Puede vulnerar todo tipo de derechos individuales y colectivos en su determinación de esclarecer el caso, si así lo considera oportuno. La revisión crítica de los acontecimientos jugados por el grupo durante, aproximadamente, el mes de investigación es, sin lugar a dudas, uno de los temas capitales. Los otros pueden ser la materialización de un retrato complejo del personaje principal y la auscultación de las conspiraciones gubernamentales.

El desarrollo y la observación de estas tres vías difíciles deberían, en efecto, unirse, casi de inmediato, con objeto de alcanzar un prometido ensayo que, establecido en forma de característico thriller de confabulaciones, pueda tratar de entender y exponer esa telaraña incoherente y corrompida en donde estamos atrapados. El problema de todo esto es que los responsables no saben profundizar en lo anunciado y llevarlo a cabo, a continuación, encima de un tablero problemático, o lo desestiman conscientemente, porque eligen la confortable navegación por las páginas del relato superficial de intriga política.

Día Cero

Jesse Plemons es Roger Carlson, el hombre de confianza de Mullen.

De hecho, Día Cero está más cerca del anodino superventas de aeropuerto que dé, se me ocurre, el largometraje de Alan J. Pakula El último testigo (1974). Y, lo aseguro, no estoy viciado ahora por una impropia nostalgia por los hallazgos pretéritos. Pero creo que la punzante escritura paranoica de aquella película es, exactamente, lo que le falta a la serie de Netflix para actuar. A decir verdad, su juego de caracteres solo es una ilusión aturdida.

Después de las numerosas conjeturas programadas sobre los fantasmas personales y los traumas, o las rivalidades tradicionales entre bloques de la geografía política, apenas sopla una historieta de buenos y malos

A este respecto, es muy revelador el prólogo del primer capítulo, un acelerado flashforward donde vemos a Mullen en su despacho tratando de abrir, sin éxito, su caja fuerte, mientras unos desconocidos golpean con virulencia la puerta. Este cuadro, lo descubrimos no mucho más tarde, solo es un engaño, un truco narrativo de iniciación de una narración frenética. Y esto no es malo, claro que no. El inconveniente pasa por su uso simplista. La introducción solo es un golpe de efecto. El resto de secuencias, más movidas o menos, siguen un principio idéntico. Tras los movimientos y las palabras grandilocuentes está el vacío. Después de las numerosas conjeturas programadas sobre los fantasmas personales y los traumas, íntimos y compartidos, o las rivalidades tradicionales entre bloques de la geografía política, apenas sopla una historieta de buenos y malos, como otras muchas veces.

La molesta levedad y las vacilaciones descriptivas lesiona, de la misma manera, las patentes relaciones de los individuos de ficción con conocidos protagonistas de la escena de hoy, tales como ese congresista mefistofélico de Matthew Modine o la enloquecida magnate de las telecomunicaciones personificada por Gaby Hoffman. Del mismo modo, se malgasta la oportunidad brindada por la visión del charlatán presentador de televisión de tratar las configuraciones de los tratamientos fraudulentos de los hechos por los medios de comunicación con absoluta impunidad.

Día Cero

Angela Bassett es la Presidenta de Estados Unidos en ‘Día Cero’.

Nadie es perfecto

Hasta el momento, en la práctica, no hay demasiadas variaciones considerables entre Día Cero y otros muchos programas análogos. Equivale a una chuchería excitante. Todo cambia, sin embargo, en el capítulo cuatro, el más emocionantemente problemático del conjunto, y el que, sin duda alguna, identifica para los encargados y los espectadores el camino a seguir después. Acá, continúan los debates, públicos y privados, acerca de los encarcelamientos ejecutados por todo el territorio. Las privaciones de libertad de diversos sujetos, incluyendo un menor sumado por error, y los interrogatorios interminables.

Uno de los detenidos es, precisamente, ese locutor fariseo que, programa a programa, tergiversa circunstancias en una campaña de acoso y derribo al político De Niro, no muy distinta, está claro, a las orquestadas por populares personalidades de nuestro plano de realidad. La unidad de investigadores descubre su relación con el grupo presuntamente responsable del ataque, Los Cosechadores, pero el tipo, naturalmente, no suelta prenda y se burla de los agentes, con molesta suficiencia. El tiempo concedido por la presidenta Angela Bassett se acaba y el acorralado Mullen toma la decisión de dar un paso atroz con la puesta en práctica de torturas.

No sé si ‘Día Cero’ es inmoral de verdad. A mí parecer es un artefacto cobarde y seguro.

Sí, el intachable hombre de estado al final del capítulo no solo ordena la aplicación del castigo vil en el interrogatorio, también lo contempla. Estas imágenes indignantes resignifican inmediatamente al personaje y lo sumergen en sus sombras. Cada agresión al tío de la tele en la celda supone la caída de un pedazo de Mullen. Un poco antes, su hombre de confianza, Roger Carlson (Jesse Plemons), otra persona del argumento engullido por sus tinieblas, es asesinado en su apartamento.

Así, el cuarto corte formula desde el caos una nueva verdad sobre la base de la violencia y la muerte. La exposición fría de los crímenes de estado revienta el reporte propuesto antes y deja la serie frente al abismo. Por allí debe, entonces, reactivarse la historia, ocupándose, ante todo, de las secuelas dadas por los impactos. En ese punto, me parece, la investigación del ciberataque pierde su sentido. Lo mismo que el avance del instrumento de análisis sociopolítico presentado. La actuación espantosa del tormento canibaliza el total y a la figura fundamental, sobre todo. A estas alturas, el único camino es el cierre áspero en torno a él. Otra cosa es imposible, pienso. Es una cuestión moral. ¿Es así? No. La serie vuelve a fallar. Y ahora la reticencia condena.

Día Cero

‘Día Cero’ está disponible en Netflix.

Lesli Linka Glatter pretende llevar adelante la crónica con la aplicación de los instrumentales aprovechados antes del corte determinante. Esto es impensable. No puede borrar, sortear o amañar la memoria de las imágenes. Sin embargo, lo hace. Así pues, emerge un texto zombi. El informe finaliza con el aporreo fantasmal del muerto viviente. El villano es señalado y, como los antiguos héroes de las películas de vaqueros, el lastimado protagonista vuelve a perderse en los grandes horizontes.

Ahora bien, el tiempo de las leyendas ya ha terminado y no funciona la jugada de blanqueamiento ético de Mullen, impulsada ante todo por una comparecencia en el congreso donde da a conocer el nombre de los verdaderos responsables del atentado, enterado de que esta decisión de sacrificio lo alejará para siempre de su familia. El último plano pretende invocar la épica de la abnegación del caballero. Su unión con ese primer plano de rictus severo de la celda del capítulo cuatro muestra su inconsciente sordidez. No sé si Día Cero es inmoral de verdad. A mí parecer es un artefacto cobarde y seguro. Se trata de un no deseado dispositivo de complicidades con el poderoso despreciable.

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