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Crítica de la serie (Disney+)

‘Paradise’: La humanidad, ¡menudo infierno!


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La nueva serie del creador de ‘This Is Us’ contiene uno de los giros de guión más inesperados e imprevisibles que hemos visto en mucho tiempo.
Paradise

Sterling K. Brown protagoniza 'Paradise', la nueva serie de Dan Fogelman ('This is Us').

**ALERTA SPOILERS

Hubo un tiempo en el que la esperanza era posible en la ficción audiovisual. Eran los años en los que se emitían las primeras temporadas de The Good Wife, coincidiendo con la llegada de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos, y en los que películas como El discurso del rey o The Artist podían ganar el Oscar a la mejor película del año. Era un momento en el que incluso Sandra Bullock, Miss Agente Especial, podía llegar a ser reconocida por la Academia. Un milagro que ni un doble premio a Demi Moore y Pamela Anderson podría superar.  Paradise

Sólo han pasado quince años desde entonces y ya no recordamos ni “el olor a recién pintado” que Rose Dewitt Bukater todavía podía percibir 84 años después del hundimiento del Titanic. ¿Dónde ha quedado toda esa esperanza? ¿Adónde se la han llevado? Quién sabe si sigue viva, si está realmente en algún sitio. Lo único que sabemos a ciencia cierta ahora mismo es dónde no hay que buscarla: en el rincón del mundo donde se ubica Paradise

¿Una segunda oportunidad?  Paradise

Lo que empieza siendo un thriller político de toda la vida, uno de esos especialmente bien resueltos a nivel de planteamiento y factura al menos en su arranque, tarda poco menos de una hora en convertirse en una distopía –¿alguien recuerda cuando nadie sabía qué quería decir exactamente esa palabra?– que es capaz de mantener no solo la intriga y la tensión sino los giros de guión hasta el último momento. 

La serie nos sitúa en una pequeña ciudad artificial convertida en refugio para miles de americanos que han sobrevivido al fin del mundo ignorando lo que Gabriel García Márquez escribió hace más de cuarenta años: que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad en la tierra”

Paradise

James Marsden, rostro presidenciable en ‘Paradise’.

Después de una catástrofe climática, una pequeña parte de la humanidad ha conseguido salvarse en una especie de búnker diseñado por las personas más poderosas de la Tierra –los tecnócratas norteamericanos– y en el que aparentemente todo funciona a la perfección.

‘Paradise’ viene a reivindicar que “puede que nos quiten la vida pero jamás nos quitarán la libertad»de ser unos cabrones los unos con los otros

Los niños juegan en la calle, hay helado en los supermercados y líos de faldas en la Casa Blanca. El plan funciona, el experimento ha llegado a la velocidad de crucero y no hay nada nuevo bajo el sol hasta el día en el que el presidente aparece asesinado y se disparan todas las alarmas para nuestro protagonista, el hasta entonces siempre prudente Xavier Collins (Sterling K. Brown). 

Another day for you and me in paradise

Quién ha matado el presidente se convierte entonces en la primera de una lista de preguntas tan urgentes como aparentemente imposibles de resolver. ¿Por qué se decide mantener en secreto el hecho de que ha habido un crimen? ¿Qué ocultaba la víctima?

Paradise

Julianne Nicholson es una millonaria tecnológica con mucho poder, ¿os suena?

Y, sobre todo, ¿quién está realmente al mando? Y la respuesta a todas ellas no es otra que humanos haciendo de humanos: protegiendo a los suyos y atacando al resto incluso en un entorno tan reducido y extremo.

Parafraseando a William Wallace, Paradise viene a reivindicar que “puede que nos quiten la vida pero jamás nos quitarán la libertad»de ser unos cabrones los unos con los otros. Aquello de que “el hombre es un lobo para el hombre” elevado a la enésima potencia y situado en el último segundo antes del apocalipsis: esta es la nueva propuesta del creador de This Is Us

De ‘Perdidos’ a ‘Black Mirror’

I ahí están el agente Collins, el presidente Bradford (James Marsden) y la versión humanizada de Elon Musk, Samantha Redmond (Julianne Nicholson) para demostrarlo. Puede que esta última decisión, la de hacernos creer que una mujer puede ser no sólo la persona más rica sino también la más poderosa del mundo, sea lo menos creíble de todo el planteamiento.

No hay nada más eficaz para mantener enganchado al espectador que machacarle con que debajo de toda piel de lobo se encuentra una ovejita con sentimientos

Vivimos en un contexto en el que millones de personas han demostrado que prefieren tener a Donald Trump de presidente que a cualquier mujer que llegue a ser su oponente, y basta echar un vistazo rápido a su administración para saber que todo apunta a que llegará antes el tsunami que la señora Redmond. El ego sigue moviendo más montañas que el afecto materno. 

En cualquier caso, tras ver todos los capítulos facilitados a la prensa y a falta de ver el último episodio –que si mantiene el ritmo de toda la primera temporada promete convertirse en todo un acontecimiento– no hay duda que Dan Fogelman ha conseguido tanto seguir la estela de todo lo planteado por muchas de las series que se han convertido en relevantes en lo que llevamos de siglo –ahí están los rastros de Black Mirror, de Years and Years y de Perdidos– como mantenerse fiel a sus orígenes. 

“Te están mintiendo”

Si algo aprendió el creador con This is us es que no hay nada más eficaz para mantener enganchado al espectador que machacarle con que debajo de toda piel de lobo se encuentra una ovejita con sentimientos, con inquietudes y con recuerdos. Había que ser una piedra para no llorar con el final de Jack Pearson como hay que serlo para no emocionarse con la última conversación telefónica entre Xavier Collins y su mujer. Todo el séptimo capítulo, de hecho, obliga a contener el aliento.  

Aunque quizás ahí sí que la serie peca por exceso –como ya sucedía con los Pearson–. Si todas las conversaciones son trascendentales, ya se sabe, puede que ninguna lo sea, y si de cada detalle se desprenden dobles lecturas llega un punto en el que hay que volver a la esencia. 

Veremos si en el último episodio serán capaces de conseguirlo. Aun así, de lo que no hay duda es que con Paradise se cierra un círculo. Ese que empezó en 1998 con la mano de Truman Burbank (Jim Carrey) acariciando el cielo al final de El show de Truman, anhelando una libertad que hasta entonces no sabía que no había tenido. Es en ese mismo cielo en el que unas letras rojas proyectan un mensaje, “te están mintiendo”, como si no supieran todos que están en el infierno. 

Todavía creíamos que había luz al final del túnel con el bueno de Truman. Ahora sabemos que era fuego. Paradise.

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