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Fotograma de 'Cassandra' (Netflix).
La familia que se muda a una nueva ciudad y una casa aparentemente idílica para empezar de nuevo es uno de los tropos más clásicos del terror. Desde la saga de Amityville a series más recientes como Vigilante, una de las producciones de Ryan Murphy para Netflix, este punto de partida resulta irresistible porque permite jugar con la dinámica familiar y exacerbar las tensiones ya existentes entre sus miembros. Y si se mudan a esa nueva casa huyendo de una experiencia traumática pasada, todavía mejor. Cassandra
De ahí parte Cassandra, miniserie alemana que lleva más de un mes en el top 10 de las series de habla no inglesa más vistas en Netflix. Su creador es Benjamin Gutsche, que ya había alcanzado cierta notoriedad con un título bastante alejado temáticamente como era All you need, sobre cuatro hombres gay buscando el amor en el Berlín actual, y que aquí pretende hacer un comentario social por debajo del componente de género: ¿realmente se ha avanzado algo en la posición y en la percepción de la mujer en la sociedad desde la década de 1970?
De qué va ‘Cassandra’
Primero, recapitulemos: Samira y David Prill se mudan, junto con sus dos hijos, de la ciudad a un lugar más pequeño y a una casa que, sobre el papel, lo tiene todo: es amplia, está en medio de la naturaleza y sus anteriores dueños instalaron un sistema domótico que está presente en todas las habitaciones y que gestiona toda la casa. Ese sistema se llama Cassandra y es lo más parecido a una inteligencia artificial que podía haber en los 70, cuando se construyó la vivienda. Pero lo que los Prill desconocen, y los espectadores sí sabemos, es que Cassandra jugó algún papel en la muerte de los anteriores propietarios y, por esa razón, la casa lleva décadas vacía. Y desde el momento en el que sus nuevos inquilinos ponen un pie en sus estancias, Cassandra intentará inmiscuirse en sus vidas de todas las maneras imaginables.
En el centro de ‘Cassandra’ está la exploración del papel que las mujeres juegan en la familia, en la crianza de los hijos, en el mercado laboral y, sobre todo, a los ojos de los hombres que comparten sus vidas con ellas
Ahí es donde está el giro a una historia de fantasmas convencional, aunque luego siga todos los puntos que dichas historias suelen tocar. Porque Cassandra no es simplemente un sistema informático y, además, un rudimentario robot con un televisor por cabeza y ruedas en lugar de pies, sino que guarda bastantes similitudes con la mujer del antiguo dueño de la casa, Horst Schmitt, investigador médico que pretendía revolucionar la medicina alemana con sus investos. Era un disruptor, que dirían ahora los “techbros”, y como suele pasar en esos casos, sus planes no salen cómo los imaginaba.

‘Cassandra’ logra darle un giro a esta historia de fantasmas convencional.
Thriller psicológico y comentario social
En el centro de Cassandra está esa exploración del papel que las mujeres juegan en la familia, en la crianza de los hijos, en el mercado laboral y, sobre todo, a los ojos de los hombres que comparten sus vidas con ellas. La conclusión a la que llega es la situación no es tan diferente de la de hace casi cincuenta años. La señora Schmitt era un ama de casa más sometida a las presiones del qué dirán y de cómo creía ella que tenía que comportarse una mujer de cierta posición, pero Samira Prill no recibe mucho más apoyo de su marido.
Este puede presentarse como el marido moderno del siglo XXI, el que ayuda a cocinar y poner la mesa, pero a la hora de la verdad, solo presta atención a sus circunstancias y sus problemas y prefiere pensar que su mujer está loca a que ese robot inquietante, demasiado empeñado en hacerlo todo por él, pueda tener su propia agenda. Que una pseudo-IA sociópata no estropee tu comodidad diaria de no dar palo al agua.
Lavinia Wilson da a la serie un centro muy fiable sobre el que girar con su interpretación doble
Es una cuestión sobre la que, efectivamente, se construye una efectiva historia que siempre deja claro al espectador que, aunque sus personajes estén en la inopia, no va a acabar bien porque es imposible. La frustración y la rabia reprimidas que subyacen en Cassandra van a explotar en algún momento. Y es probable que, en una película de terror de un par de horas, resultara un impulso realmente potente para todas las desgracias que le suceden a la nueva familia que habita la casa. Sin embargo, la miniserie son seis episodios, y los contras ganan a los pros de optar por este formato.

Lavinia Wilson es Cassandra.
Por ejemplo, gana peso la caracterización de la villana, de las razones detrás de su comportamiento, al permitir que pasemos más tiempo con los Schmitt en los años 70. A cambio, la trama contemporánea sufre de unos personajes más unidimensionales de lo que parece y, con la excepción del adolescente, se termina potenciando la ineptitud que muchos protagonistas en el terror exhiben como condición necesaria para que funcionen algunos de los sustos. Sus conflictos, que forman parte de ese mayor comentario sobre cómo se sigue viendo no solo a las mujeres, sino también a las masculinidades fuera de lo típico, acaban resistiendo mal la mayor exposición del formato seriado.
Las razones detrás del éxito
Es fácil, no obstante, ver cómo ha conseguido Cassandra encaramarse a esos puestos de privilegio en los rankings de lo más visto de Netflix. Lavinia Wilson da a la serie un centro muy fiable sobre el que girar con su interpretación doble de la sumisa Cassandra Schmitt, que sospecha que su marido no es trigo limpio pero tiene las manos atadas por las convenciones sociales y su propia educación tradicional, y de la pasivo-agresiva Cassandra robótica, harta de ser incapaz de conseguir lo que quiere. Si sumamos a eso el incipiente romance entre el hijo adolescente de los Prill y un compañero del instituto aún en el armario, más las revelaciones que se van sucediendo en cada episodio, resulta fácil comprobar por qué los espectadores se han subido alegremente al carro de esta producción alemana.
Y, técnica y visualmente, nos traslada a los 70 germanos sin necesidad de exagerar la decoración de la casa o el diseño del robot. Donde termina perdiéndose es en la creencia de que tiene que añadir un giro, un secreto más en los últimos capítulos que habría necesitado una mejor construcción para que funcionara. Entre la morosidad con la que se presenta inicialmente la historia y el brusco cambio tonal que introduce ese secreto, Cassandra pierde los aspectos donde había encontrado una avenida propia en el campo del thriller psicológico y el terror tecnológico. Lo que sí queda muy claro es su mensaje final de que jamás te fíes de ningún hombre que aparente confianza en sí mismo. Su ego será tan frágil, que estará dispuesto a lo que sea con tal de potenciarlo.

‘Cassandra’ está disponible al completo en Netflix.