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'Luther' ha vuelto

Colombo te arrancará la cabeza


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Luther vuelve más hastiado, malcarado y genial, en ese Londres demoníaco y perverso, dispuesto a secuestrar, torturar y soltar sopapos a discreción.
Luther

Confieso que abandoné Luther en la tercera temporada. Cuando la abandoné quiero decir que, como ya me sucedió con Hijos de la Anarquía, decidí que no la volvería a ver. Ojo, no comparo una y otra, porque la primera es un producto de calidad, una delicia cuando los ingredientes se mezclan bien, y la segunda es un culebrón indigerible. Después de una segunda temporada maravillosa, Luther se hundió en el fango de una tercera entrega paupérrima, coronada por un guión nefasto que incluía a un detective de asuntos internos que rebajaba la trama a la altura del betún. No había por dónde coger aquello, que huía de los territorios oscuros por dónde había transitado la serie para irse por las ramas: tipos normales haciendo mamarrachadas, malos de cartón-piedra y la sensación de que todos estaban agotados. Hasta la villana, la pérfida Alice Morgan, había perdido aquel punch de peso pesado que había lucido en los mejores episodios de Luther. Así pues, adiós y muchas gracias.

Su creador, Neil Cross, anunció una película, Idris Elba (el estupendo protagonista) se postuló como el próximo James Bond, y Luther quedó sumida en una de esas áreas grises en las que se pierden los buenos recuerdos.

Luther y Alice

Hace unos días la BBC emitió el primer episodio de la cuarta temporada y como el tiempo no cura las heridas pero las cubre con varias capas de despiste pues decidí que no tenía nada que perder. Y he aquí que el primer episodio de la cuarta temporada es el mejor de todos los vistos hasta ahora. No es sólo que vuelva el policía hastiado, lacónico, malcarado y genial, sino que –de algún modo– todo encaja. Ese Londres demoníaco y perverso vuelve a ser el escenario perfecto; el malo da miedo, miedo del que uno sentía viendo a los locos que transitaban por Millenium (aquella maravilla de Chris Carter que nadie vio) y que pregonaban el fin del mundo. El diseño de producción vuelve a ser oscuro, morboso, sin concesiones a una falsa comercialidad a la que la serie jamás aspiró. Luther es Colombo y eso es casi obvio. Él también resuelve casos con un ojo cerrado y gruñe para sus adentros, además de hacer preguntas a destiempo y usar un proceso deductivo que poco tiene que ver con la lógica detectivesca habitual. Lo que aporta Elba es esa intimidación física, esa dejadez emocional que –obviamente– no formaba parte del personaje de Peter Falk.

Luther vuelve al purgatorio y a la tempestad porque ahí es donde es poderosa, algo que su creador parecía haber olvidado: no puedes poner a un león en una jaula y pretender que resulte igual de intimidante que de noche en la Sabana. Desencadenado de nuevo por un suceso imprevisto y a la caza de un nuevo chiflado de esos que tanto nos gustan cuando estamos mirando la tele con la estufa puesta, el personaje de Idris Elba vuelve pisando cabezas y con la fiereza del que se siente acorralado y sabe que la única salida es hacía delante. Además, tenemos nueva villana, una hija de perra extremadamente prometedora, de esas que te sonríe en un bar y coges el abrigo y sales por patas.

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Cierto es que esta temporada de Luther bebe mucho de Seven y –en general– del estilo visual de Darius Khondji. Y que el psicópata es un calco del Hannibal de Bryan Fuller (sin el glamour de Madd Mikelsen pero con una actitud igual de despiadada). Ambas son referencias magníficas y su influencia se usa con sabiduría, como si Cross no quisiera dar puntada sin hilo. Además, la presencia subterránea del personaje de Alice funciona mucho mejor que su rol como anti-heroína, excesivamente chamuscado por el abuso del mismo. Es curioso que la ausencia de la villana funcione mejor que su participación pero, francamente, no parece que haga falta que a Luther le pongan ayudantes, ni cómplices, porque la tormenta interior del tipo no necesita de más cumulonimbos: él se basta y se sobra para que llueva sangre.

Luther ha vuelto y está dispuesto a secuestrar, torturar y soltar sopapos a discreción. También han vuelto sus demonios, los internos y los externos, esos que parecen seguirle a todas partes. De momento, he puesto un cirio a San Pancracio para que esto no se tuerza y Cross sea capaz de llevar a su Colombo de hoguera en hoguera hasta el infierno final.

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